martes, 26 de julio de 2011

Siempre García Lorca

Siempre García Lorca

    

Cuando celebramos la triste efeméride del 75 aniversario de la Guerra Civil Española, las mesas de novedades se han llenado de títulos sobre el asunto y temas relacionados. Tal vez el más estremecedor sea el del asesinato del poeta Federico García Lorca, asesinado sólo un mes después del alzamiento militar. Entre mi colección de santos laicos, uno de los mayores, no sólo por su cruel e incomprensible martirio, si no por el ángel de su obra está este genio de las letras hispanas, cuyo cumpleaños celebro, puntualmente, cada 5 de junio. El caso de la obra y la personalidad de Federico García Lorca es de las pocas que resisten la erosión de los años, y permanecen cada vez con la misma vigencia, modernidad y frescura que en su tiempo físico sobre la tierra. Quizá sea esa la prueba irrefutable de la intemporalidad de la obra de un artista, así como de su calidad y universalidad inquebrantable. De haber conocido nuestro recién inaugurado siglo XXI, Lorca se habría sumado, sin duda, a los más modernos movimientos artísticos, como un verdadero creador multimedia, sin dejar de llevar en una mano todo el peso de la tradición cultural previa. Músico, dibujante, dramaturgo y poeta, su genio convertía en maravilla cualquier cosa que hiciera porque su poder era el de la emoción y el encanto. La escritora  Francisca Aguirre, que trabajó durante mucho tiempo con el amigo y discípulo de Lorca, Luis Rosales, y que obtuvo muchas confidencias sobre él,  dice a este respecto“Federico era un poeta prelógico en el sentido griego. Era un genio que vivía y escribía poesía desde la cueva de las ideas, maravillado por las sombras y las luces, con el instrumento único de su instinto y su intuición. Quizá por eso era un poeta genial, porque como sabían los surrealistas, ése era el mejor instrumento de un poeta”. Pero la modernidad de Federico iba más allá de los cánones conocidos hasta ese momento en un poeta. Cosmopolita sin estereotipos, su curiosidad le llevó a indagar en toda clase de culturas como la negra, con sus manifestaciones musicales, ya que fue uno de los primeros poetas que escribe y habla sobre el jazz y el gospell, la cultura cinematográfica, las tradiciones afrocubanas del caribe, y un largo etcétera, todo eso sin olvidar profundizar en las propias raíces de su cultura andaluza y en el flamenco, del que dice Félix Grande, flamencólogo, poeta y ensayista, además de gran conocedor de la obra y la vida de Federico, “fue el que más y mejor entendió el flamenco, tal vez con los menos rudimentos y conocimientos posibles porque Federico sentía el dolor del cante jondo como suyo”.
Haciendo ejercicio de anacronía, Federico García Lorca es uno de los primeros escritores modernos que lleva a cabo lo que hoy en música se denomina “fusión”, con la diferencia de que él lo extrapoló al terreno de la dramaturgia, la poesía y la composición musical con un siglo casi de antelación. Sus libros “Romancero Gitano”, “Poema del Cante Jondo”, o “Poeta en Nueva York”, por poner sólo algún ejemplo, son referenciales en este sentido, y están plagados de vivísimos ejemplos de la aleación prodigiosas de su inteligencia, logradas con sus conocimientos culturales de raíz andaluza, y con los de las culturas ajenas pero también de  honda raigambre como las tradiciones árabes, negras, o precolombinas. Todo esto hizo que, aunque hoy nos parezca extraño, Lorca fuese una figura nacional e internacionalmente reconocida desde su Fuentevaqueros granadino natal a Madrid, de Cádiz a Barcelona,   de Paris a Buenos Aires-donde sedujo a toda la intelectualidad del momento como Victoria y Silvina Ocampo, opacando al complicado Borges que nunca le perdonaría esto-pasando por La Habana o Santiago de Cuba, Nueva York, Santiago de Chile, con la guía de Pablo Neruda, su amigo del alma, Roma o Montevideo. Su notoriedad, la envidia que esto despertaría en los zafios y romos de entendimiento cotemporáneos de la Granada del alzamiento y primeros días de la Guerra Civil española, sería una de las causas fundamentales de una muerte que parecía escrita en el cielo,  como una fatalidad inevitable propia de uno de sus dramas o de una tragedia griega.
 
La fascinación que ejerce Lorca, así como los interrogantes sobre su vida, obra y fatal desenlace, siguen ejerciendo, como un poderoso imán, un reclamo para los lectores de su obra y figura. Tal vez el mejor investigador de los últimos tiempos sobre su obra, después del pionero Agustín Penón, base fundamental de todos los estudios posteriores, incluido los de Ian Gibson, sean los del granadino Miguel Caballero. Varios libros con su firma han aparecido, y todos los recomiendo, como Las Trece Últimas Horas en la vida de García Lorca, editado por La Esfera de Los Libros. Sobre él, ha escrito Antonio Muñoz Molina: “Miguel Caballero no tiene ninguna propensión, ni para bien ni para mal, a los vuelos literarios. Su libro, Las trece últimas horas en la vida de García Lorca, progresa con la monotonía de un informe administrativo, agregando pormenores de lugares, de horas, de nombres, reproduciendo la prosa entre obtusa y criminal de la burocracia fascista, desmenuzando las biografías de cada uno de los verdugos en certificados de nacimiento y defunción y expedientes administrativos, a veces acompañados por fotos borrosas de carné que de pronto nos estremecen porque vemos en ellas las últimas caras que miró antes de morir Federico García Lorca.” Esta es, sin duda, una de las grandes virtudes de este libro y su autor, su minuciosa objetividad, su falta de fantasía literaria cuando los hechos, exhaustivamente contrastados, no lo necesitam. Recomiendo también los libros del mismo autor “La Verdad sobre el Asesinato de García Lorca. Historia de una Familia“, con la historiadora Pilar Góngora, y publicado por Ibersaf, y Lorca en África, por el servicio de publicaciones de la Diputación de Granada.

Estoy convencido de que aún nos llevaremos algunas sorpresas sobre su vida y obra, y sobre algunas respuestas que quedan aún sobrevolando sus últimos momentos. Yo creo que Federico García Lorca  es una senda de búsqueda luminosa, para pisar sobre seguro, no sobre sus huellas, sino buscando lo mismo que los grandes buscaron.  Esperar a que el tiempo ponga las cosas en su sitio es el ejercicio más sabio. De Lorca, además, hay que decir que hasta su terrible y dolorosa muerte parecía anunciada en su propia obra.  De él y de la misma, como escribió el propio poeta sobre un muy querido amigo suyo en el libro “Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías”, se puede decir: “Yo canto para luego tu perfil y tu gracia. /La madurez insigne de tu conocimiento./Tu apetencia de muerte y el gusto de tu boca. /La tristeza que tuvo tu valiente alegría. /Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, /un andaluz tan claro, tan rico de aventura. /Yo canto su elegancia con palabras que gimen /y recuerdo una brisa triste por los olivos.” Lo dejo a modo de reflexión, este mes vacacional de agosto, hasta que volvamos a encontranos en septiembre.
 

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