jueves, 28 de julio de 2011

Imaginaria Ocurrencia


Imaginaria Ocurrencia
Fco. Javier Chaín Revuelta

A pocos kilómetros al Este del Éufrates se encuentra la ciudad de Sanliurfa, la Gloriosa Urfa. Para los bizantinos fue Edesa y para la tradición turca fue Ur, cuna de Abraham, que aquí tiene mezquita. Han pisado su suelo los Eblaitas, el imperio Acadio, Sumeria, Babilonia, los hititas, los hurritas, el reino de Armenia, Mitani, Asiria, Caldea, Media, el imperio persa, el reino de Macedonia, el imperio Seleúcida, los arameos, Osroene, el imperio Sasánida, el Imperio bizantino y los cruzados.

Fue refundada como Edessa por Seleuco I Nicátor, después se llamó Justinópolis. En tiempos más cercanos estuvo en manos de los sultanes de Alepo, los mongoles, los mamelucos, el imperio Otomano y ahora de la nación Turca.

Entre tantos personajes alojados por Sanliurfa estuvo Jacobo Baradeo, jefe de los monofisitas Sirio-Jacobitas, y entre tantos testimonios está uno de los primeros de la cristiandad, el intrigante escrito que habla de un epistolario de Jesucristo con Abgaro V, rey de Edesa.

Los monofisitas – que no son trifisitas - tienen por doctrina que Jesucristo sólo tenía una naturaleza, en lugar de dos –divino y humano.  Eutiquio enseñó que en Jesucristo la  humanidad fue absorbida por la divinidad: "disuelta como una gota de miel en el mar." Sin embargo, en el Concilio de Calcedonia en 451 se rechazó esta doctrina y se estableció el Credo de Calcedonia, que describe la plena humanidad y la plena divinidad de Cristo, doctrina nestoriana – bifisitas - en que las dos naturalezas de Cristo representan dos personas distintas. No obstante, para el siglo sexto el monofisismo había llegado a una sólida base institucional en tres iglesias: La armenia, la copta y la jacobita, todas aún hoy monofisistas.

Jacobo Baradeo, Obispo monofisita sirio, nació en Tella, hacia fines del siglo V o comienzo del siglo VI, murió en 578. Era el hijo de Teófilo Bar Manu, un sacerdote de Tella, y de ahí que su nombre real era Jacobo bar Teófilo; el sobrenombre Burde'ana, corrompido a Baradeo, fue derivado de la áspera manta para caballo, barda'than “harapo”, que usaba a menudo. Después de recibir una buena educación se convirtió en monje en el monasterio de Pesíltâ, y discípulo de Severo, el jefe de los monofisitas.

Pero la imaginaria ocurrencia es la de Abgar, rey de Edesa, quien sufre de una enfermedad incurable, ha oído la fama del poder y los milagros de Jesús y le escribe: (las cartas, testimonia Eusebio, se encuentran en los archivos de Edesa)

Abgar Ouchama a Jesús, el Buen Doctor Quien ha aparecido en el territorio de Jerusalén, saludos:

He oído de Vos, y de Vuestra sanación; que Vos no usáis medicinas o raíces, sino por Vuestra palabra abrís (los ojos) de los ciegos, hacéis que los paralíticos caminen, limpiáis a los leprosos, hacéis que los sordos oigan; cómo por Vuestra palabra (también) curáis espíritus (enfermos) y aquellos atormentados por demonios lunáticos, y cómo, de nuevo, resucitáis los muertos a la vida. Y, al darme cuenta de las maravillas que Vos hacéis, me he dado cuenta de que (de dos cosas, una): o habéis venido del cielo, o si no, sois el Hijo de Dios, quien hace que sucedan todas éstas cosas. También me doy cuenta de que los judíos murmuran en contra Vuestra, y Os persiguen, que buscan crucificaros y destruiros. Poseo únicamente una pequeña ciudad, pero es bella, y lo suficientemente grande para que nosotros dos vivamos en paz.
Cuando Jesús recibió la carta, en la casa del sumo sacerdote de los judíos, le dijo a Hanán, el secretario:

Id, y decid a vuestro amo, quien os envió a Mí: ‘Feliz seáis, vos que habéis creído en Mí, sin haberme visto, porque está escrito de mí que quienes me vean no creerán en Mí, y que aquellos que no me vean creerán en Mí. En cuanto a lo que habéis escrito, que debería ir a vos, (he aquí, que) todo a lo que fui enviado aquí está terminado, y subo de nuevo a Mi Padre Quien me envió, y cuando haya ascendido a Él os enviaré a uno de Mis discípulos, quien sanará todos vuestros sufrimientos, y (os) dará la salud de nuevo, y convertirá a todos aquellos con vos a la vida eterna. Y vuestra ciudad será bendecida por siempre, y el enemigo nunca prevalecerá sobre ella.

El pasaje crucial en la carta de Jesús, es el que promete a la ciudad de Edesa la victoria sobre todo enemigo. Le dio al pueblo una popularidad que desapareció el día en que cayó en manos de conquistadores. Fue una inesperada conmoción para aquellos que creían en la leyenda; estaban más dispuestos a atribuir la caída de la ciudad a la ira de Dios en contra sus habitantes, que a admitir el fracaso de una protección en la que en ese tiempo se confiaba no menos que en el pasado.

Desde entonces, el hecho al que aludía la correspondencia ha, por mucho tiempo, dejado de tener valor histórico alguno.

El relato imaginario por supuesto no ha quedado ahí, Adai le confiere un detalle  al que se puede hacer referencia aquí brevemente. Hanán, quien escribió lo que Jesús le dictó, era archivero en Edesa y pintor del rey Abgar. Se le había encargado pintar un retrato de Jesús, tarea que llevó a cabo, trayendo de regreso consigo una pintura que llegó a ser objeto de veneración general, pero de la que, después de un tiempo, se dijo que había sido pintada por el mismo Jesús. Al igual que la carta, el retrato estaba destinado a ser el núcleo de una legendaria transformación; el “Santo Rostro de Edesa” era principalmente famoso en el mundo bizantino. Este agregado a la leyenda, el retrato de Edesa, forma parte del extremadamente difícil y oscuro tema de la iconografía de Cristo, y de las pinturas de origen milagroso llamadas "αχειροποίητα" (“hechos sin manos”) de las cuales seguro muchas personas las conocen y otros incluso las veneran sin recato…

No hay comentarios:

Publicar un comentario