sábado, 23 de julio de 2011

75 años después: la guerra de las interpretaciones (1)

75 años después: la guerra de las interpretaciones (1)
Mientras más va pasando el tiempo, más relevancia parece cobrar la memoria histórica de los vencidos de una guerra civil que fue muchas cosas a la vez, y que marcó con fuego un antes y un después...
Pepe Gutiérrez-Álvarez | Para Kaos en la Red | 21-7-2011 a las 12:56 | 554 lecturas | 9 comentarios
www.kaosenlared.net/noticia/75-anos-despues-guerra-interpretaciones-1
Mientras más va pasando el tiempo, más relevancia parece cobrar la memoria histórica de los vencidos de una guerra civil que fue muchas cosas a la vez, y que marcó con fuego un antes y un después en el que todavía estamos. Después de casi cuarenta años de dictadura, el curso que tomó las conquistas sociales y políticas en los años sesenta no se explican sin la espada de Damocles del trauma de la derrota. Acontecimientos como el voto afirmativo a la Reforma, a la constitución, el 23-f, la evolución hacia la derecha del PSOE, el No pero Sí a la OTAN, no se explican sin el fantasma de un ejército golpista…Once años después de la muerte del más cruel y esperpéntico de los dictadores, los suyos seguían con sus glorias y santificaban mártires golpistas, mientras que el gobierno socialista rogaba a todos que se olvidaran de la guerra y de todo lo demás…
…Todo lo demás eran los casi 200.000 “desaparecidos”, las cárceles, el exilio, las mentiras, y sobre todo un terror que llegó hasta los huesos, ese mismo que llevó a tantos hombres y mujeres a “no hablar” hasta las vísperas de su muerte, manteniendo un secreto que nos habría ayudado a comprender, así por ejemplo, yo tenía a mi padre por un pusilánime total, pero no sabía la explicación: se había apuntado a las juventudes socialistas unificadas semanas antes del golpe, y en muy poco tiempo pudo comprobar como todos sus amigos fueron fusilados o desaparecieron. Tenía 18 años y lo enrolaron “con esta gente”, y cuando volvió tenía casi 26. Evidentemente, nunca más fue el mismo. No obtuvo otra ventaja que la ser considerado como una persona de orden, y por lo tanto, nunca lo molestaron. La sola hipótesis que la policía o la guardia civil vinieran a detenerme cuando yo “me volví loco”, le quitaba el sueño.
Este interés creciente se poya en muchas razones, la primera es que, aunque sea por mera cronología, ya ha pasado lo peor, aunque la tradición franquista sigue presente en “nuestro ejército”. El empeño de los familiares y militantes que no se resignaron tenía que dar su fruto, si no lo hizo a través de la izquierda (que apostó por el olvido, todavía recuerdo como Felipe o Carrillo desaconsejaban a chilenos y argentinos de “remover las viejas heridas”), si lo hicieron a través de una hornada de investigadores que tomaron su causa como lo que era, una causa sagrada. También lograron llegar a las nuevas generaciones, en especial a que empezó a mirar hacia atrás porque querían mirar hacia delante, aquellos muchachos a los que menda descubría una y otra vez en el numeroso público de los cines en los que se proyectaba Tierra y Libertad (en Sant Pere de Ribes donde teníamos un cine-club militante, fue casi un fenómeno social, se vio en los institutos, llenó la sala del cine con una entrada solamente superada por Titanic). Es esta generación y las siguientes, la que ahora ya está en la calle, la misma que durante estos últimos años ha alimentado desde páginas como Rebelión o Kaosenlared la batalla de la memoria histórica porque para saber donde queremos ir tenemos que saber de donde venimos.
Ahora –como dijo muy bien el animador de Ruedo Ibérico, Pepe Martínez- estamos en pleno fragor de la última batalla,  la de las interpretaciones, y en ese punto, la historia no ha pasado en balde, ahora sabemos con la documentación en mano que el “caso” de la República lo creó la derecha (sobre todo en vísperas del golpe, como en Chile); que los trabajadores querían reformas sociales justas para salir del pozo social;  que los argumentos de una presunta “conspiración comunista” no era más verdad que la blandida por Pinochet, que los golpistas se apoyaron en el ejército colonial –sabemos que “africanista” no es equivalente de “helenista” sino todo lo contrario., y que pasaron por las armas a los militares fieles a su palabra a la República; que los golpistas apostaron desde el principio por el “exterminismo” de raíz de todo lo que entendían como “subversión”; que se apoyaron en alianzas privilegiadas con la Alemania nazi y la Italia fascista; que se beneficiaron de la complicidad de las potencias imperialistas democráticas, sobre todo de la Gran Bretaña de Churchill; que la Iglesia no mostró el menor atisbo de conciencia cristiana más allá de Euzkadi, y de algunos casos muy específico, que solamente en Badajoz murieron una cifra equivalente a la de clérigos represaliados por la República; sabemos que el exterminismo prosiguió por lo menos hasta finales de los años cuarenta; que la dictadura se mantuvo fiel a sus propósitos represivos hasta el final, en plena Transición era propio que los pistoleros fascistas pudieran presumir de que “os podemos matar y a nosotros no nos pasará nada”…
Igualmente sabemos otras cosas de la república, que lo peor de esta fue mejor que lo que podía haber de bueno en el mal llamado “bando nacional” (más allá de algún personal de “buena fe”, a los grandes señores de la guerra les importaba España igual que Dios, recordemos aquello que le dijo un terrateniente a Jiménez Fernández, el ministro de la CEDA que le habló de reforma agraria con los evangelios; si usted nos quieta las tierra con los evangelios nos hacemos cismáticos)…Pero que tampoco se trata de verla solamente como la gran víctima, que lo fue. También fue víctima de sus propias contradicciones. Hay que diferenciar entre la República del primer bienio, y lo que viene después; se quedó a mitad de camino de todas las reformas; que la lección que Azaña dedujo de la “sanjurjada” –sí la República no acaba con sus enemigos, sus enemigos acabarán con la República-, no tuvo una concreción práctica, más bien todo lo contrario. Mientras que la monarquía fusiló a Fermín y Galán, Sanjurjo se pudo exiliar, luego la trama golpista se pudo desarrollar si problemas cuando  no fue la información lo falló. Se habla de ingenuidad, y la hubo, pero también había en los responsables del Frente Popular republicano, miedo al movimiento obrero. La guerra se empezó a perder, primero al dejar la iniciativa a los golpistas, segundo, cuando los mandos republicanos se negaron a dar armas al pueblo.
La República era, ante todo y sobre todo,  el movimiento obrero organizado, fuera de Cataluña, euzkadi y en menos grado, en Galicia, la burguesía nacionalista y liberal, carecía de una base social. Sí hay un protagonista verdadero en la experiencia republicana, esos son los  trabajadores y trabajadoras afiliados a tal o cual formación proletaria, con ansías de mejoras sociales y por un desarrollo cultural profundo, desde abajo. Son esos trabajadores los que forman el telón de fondo de lo que bien podía llamarse una “revolución cultural” en la que entran el auge de las publicaciones, las aportaciones teóricas más diversas, la radicalización de artistas y escritores…
La base social de Azaña fue el PSOE, y el PSOE, la UGT y las Juventudes Socialistas se radicalizaron, y sobre el papel se sintieron muy cerca de las prédicas marxistas revolucionarias sobre el significado del ascenso fascista. Comprendieron que no podían hacer como el SPD alemán, suicidado al igual que el Partido Comunista alemán convencido de que los malos de verdad eran los socialistas, y que después de Hitler vendría la suya. Sin Alemania no se entiende el programa del partido militar-fascista: ya no se trataba de hacer como Primo de rivera, sino de hacer como Hitler, y la verdad es que fueron todavía más lejos que éste si exceptuamos claro está, la locura de judeocidio. Fue el movimiento obrero en ramas el que con diversos apoyos, ganó la primera batalla de la guerra, y lo hizo por “su” República. Y es que en España había una revolución “popular” cuyos orígenes se remontan cuando menos a la guerra contra el francés. De hecho, como explica muy bien Pierre Vilar, la burguesía optó por un “compromiso histórico” con las antiguas castas –terratenientes, Ejército, Iglesia- porque temía más al pueblo que a la reacción. En la Primera República, el “pánico social” burgués fue alimentado por la Comuna de París. Lo terrible de todo esto es que a pesar de la voluntad revolucionaria de sus bases, sobre todo y muy especialmente de la CNT, ni socialistas ni anarquistas tenían un programa para el socialismo, lo tenían para ellos. La “foto” del congreso de Zaragoza de la CNT debatiendo los modelos de sociedad libertaria mientras a dos pasos, Mola afilaba la guadaña, es tan estremecedor como la de Largo Caballero esperando el golpe para reaccionar. El PCE dormía en su feudo sevillano, preocupado sobre todo como en Francia, en “no provocar”…
Por cierto, aunque es un tema que no se suele tratar, el Frente Popular francés que se plegó ante el pacto de no-intervención, después de una movilización de masas impresionante en junio de 1936, acabó derrotado en la vergüenza y el deshonor, con el PCF plegado al pacto nazi-soviético. Solamente algunos sectores combativos como los encarnados por André Marty, Charles Tillon y Paul Nizan, pasaron a la Resistencia sin permiso del partido. Luego, todos acabaron excomulgados…

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